Como se observa en todo proceso evolutivo, la historia se construye con base en el pasado, es decir, no existe presente sin un pasado que los sustente: no hay vida sin materia, no hay pensamiento sin vida, no hay progreso sin pensamiento, no hay evolución sin conciencia. Por consiguiente, si la evolución implica un continuo movimiento ascendente, quedarse aferrado a un estado, a una corriente de pensamiento, a un nivel de desarrollo de la conciencia, conduce al anquilosamiento y a la interrupción del proceso. Creer que se puede llegar a conocer el mundo de la materia a través de un sistema científico sustentado en una teoría del conocimiento que niega o, en el mejo de los casos, omite a la conciencia, contemplada desde la perspectiva de su más remotos alcances y de su naturaleza trascendente resulta un mito o una fantasía. Esto nos conduce a considera la necesidad de una epistemología que abra caminos hacia la exploración de la conciencia para lo cual es necesario formular, con toda claridad, nuevos criterios que, dentro de una estructura simple y general, permitan lograr una síntesis de las corrientes tradicionales e ir más allá hacia una teoría del conocimiento que trascienda la realidad externa.
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